Un tigre, una gacela, un burro con pezuñas de cerdo, un ciervo...
Esas eran algunas de las respuestas que obtenía a esta pregunta: ¿Qué animal ves en esta imagen?
Pues este ser no es ni más ni menos que un Eohippus, el primer caballo que hubo en el mundo.
Vivió en la primera mitad de Eoceno, hace 55-45 millones de años. Habitaba en los montes de América del Norte y Europa occidental, donde los bosques eran templados y húmedos. Su espacio más frecuente eran las zonas selváticas y los pantanos. Predominaban las secoyas, pero también el haya, el castaño y el olmo. También florecieron magnolias e higueras. El clima era subtropical, sobretodo en Norteamérica.
El Hyracotherium se alimentaba de plantas jugosas y suaves y frutas, ya que su dentadura la constituían dientes cortos tuberosos, por lo que solo masticaba aplastando el alimento.
Medía más o menos 35 cm y pesaba unos 5,5 kg. Su tamaño se asemeja al de un zorro. Tenía tres dedos en las patas posteriores y cuatro en las delanteras y la pata carecía de ligamentos, sin embargo se piensa que podía estar sujeta con un tendón que se origina en el músculo y se extendía al menudillo. Ademá tenía el torso arqueado. El cráneo era alargado y sus ojos estaban situados aproximadamente a la mitad, por lo que su visión lateral era pésima, y la boca estaba constituida por 44 dientes coronados.
El cerebro era relativamente pequeño y tenía una estructura primitiva (con hemisferios cerebrales pequeños y lisos), sin embargo es considerado un animal muy inteligente para su época, ya que a pesar del pequeño tamaño de su cerebro, era uno de los más grandes en comparación con otros mamíferos contemporáneos. Era listo, ya que tenía la vista, el olfato y la audición bastante desarrollados para detectar la presencia de otros animales, en especial depredadores. La mejor forma que tenía el Eohippus para mantenerse con vida era utilizar la velocidad y agilidad para huir de sus enemigos.
Este pequeño caballo evolucionó, y dio lugar a tres descendientes llamados Epihippus, Orohippus y Mesohippus, sin embargo este último fue el único que salió adelante. La especie evolucionó debido a los cambios climáticos. Los dedos del pie del Hyracotherium, adecuados a la tierra pantanosa, se adaptaron al cambiar las condiciones. La altura y el tamaño del cráneo aumentaron, así como la velocidad y los reflejos. Los ojos se movieron a los laterales y la dentadura se hizo más eficiente. Con esto ayudó a defenderse mejor de los depredadores, y además su alimentación se hizo más variada.
Bibliografía:
1) Edwards, E.
H. 1996. Caballos. Singapur: Kyodo
Printing Co.
